domingo, 27 de febrero de 2011

La palabra querer le hacía gracia

Cuándo él batía sus pestañas, empezaba el revuelo.
La alegría se apoderaba de ella, y no la dejaba ir. Esa sensación era una de sus favoritas; porque le daba seguridad saber que hiciera lo que hiciera, la felicidad no se le escaparía de las manos, como tantas otras veces.
Habían otras cosas que lograban producir el mismo efecto en ella. Como por ejemplo, cuando jugaba con las palabras. Las daba vuelta, las analizaba, y por ultimo, cuando decidía terminar de  molestarlas, se encariñaba con aquellas que en un principio, le desagradaban.
Su primera opinión de todo, era negativa. Como la limitaba aquello! Pero como nunca había llegado a sentirse mal con aquel habito, lo dejaba intacto, en ese rincón de su personalidad; de aquellas cosas que estaban en el sector de “indiferencia”.
La palabra querer le hacía gracia; porque ella bien sabía que no podía hallar una definición concreta, como si lo podía hacer con tantas otras palabras. El vivir se paraba delante del saber.
Y cuando empezaba a entender que no todo tenía definición, el revuelo se iniciaba nuevamente. Y como su cabeza daba vueltas, ella también lo hacia. Pero cuando caía al suelo, comprendía.
Comprendía que sus calcetines morados no siempre eran los apropiados para aquellos viajes hacia lo ilógico.


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