Los viajes en mariposa, eran de sus favoritos. Sentía el aire haciéndole mimos, como los que el merengue producía en su paladar por las tardes de té.
- ¿Cómo que te marcharás? – le había preguntado él con los ojos mojados
- Si, me iré por unos días. – como le costaba aquello! – Dicen que los paseos en mariposa son de lo mejor que hay.
- Pero dices que volverás, verdad?
- Claro que volveré – tomó una bocanada y se animó. – No podría dejarte por nada en el mundo
- Está bien.
Había sido difícil convencerlo, pero ambos sabían que dejarse crecer era lo mejor que podían hacer.
La inercia la retenía, la tenía fascinada. Y a veces temía quedar eternamente en ese encanto. Pero había algo mas fuerte allí; mis mas grandes disculpas, porque no sabría decir bien qué.
- ¿Te gusta viajar? – le había preguntado luego de convencerlo
- Me desata
- ¿Lo ves?
- No veo, oigo
Ahora si que estaba confundida.
- No puedo verme – prosiguió él – en algo irreal
- ¿Algo irreal dices?
- Si. No podría verme alejado de tus galletas de canela
Esa misma noche, antes de su partida, preparó dos docenas de sus famosas galletas (eran su especialidad). Y las dejó al lado de su cama, mientras dormía. Le dio un beso en la nariz y susurró
- Yo tampoco podría verme sin tus cosquillas de amor.
Y a continuación lo abrazó y se dispuso a partir en su mariposa preferida. Pero no para siempre claro, porque seria algo irreal.